Técnica 5 del Programa para Incrementar la Felicidad: Ser Resiliente
Mar 09, 2023
Hace unos meses acompañé a una de mis cuñadas al FUCAM (Fundación para el cáncer de mama). Allí le confirmaron el diagnóstico de que padecía esa clase de cáncer. Se regresó a Tuxtla Gutiérrez para ser atendida por el IMSS.
En mi reciente visita a la capital de Chiapas la vi y conversé con ella. Lleva cinco quimios, ya está sufriendo las consecuencias naturales y esperadas de ese tratamiento. Lo sorprendente es su actitud y su fortaleza de ánimo.
Mi cuñada mantiene una conversación optimista y agradable todo el tiempo, no hay la más mínima manifestación de pesadumbre. Su mirada y su sonrisa siguen vigentes como siempre, me genera una gran admiración. Es una persona resiliente, no cabe duda.
La tragedia de ser afectada por el cáncer extrajo de su interior fuerzas que tal vez no sabía que las poseía. No se dejó llevar por la rabia, tal vez en algún momento se preguntó: ¿Por qué a mí? ¿Qué hice para merecer esta fatídica enfermedad? Sin embargo, se sobrepuso y comenzó a pensar en positivo. Le sirvió de trampolín para impulsar su carácter hacia nuevas dimensiones de fortaleza y amor por la vida, por el amor a sus dos hijas, a sus padres y a su marido. Estar rodeada de afecto es el dique protector de sus emociones.
La resiliencia es la virtud de enfrentar la adversidad y salir fortalecido de ella. Se puede aprender a ser resiliente. Consiste en poner a prueba nuestros resortes emocionales para responder a los desafíos que nos presenta la vida, casi siempre de manera inesperada.
Los psicólogos positivos mencionan que cuando estamos expuestos a situaciones límite es el momento en que se pone a prueba nuestra resiliencia, como es el caso de una enfermedad mortal, la pérdida de un ser querido, despido del trabajo, problemas financieros, un fracaso monumental, entre otros. Sus síntomas deben identificarse: dolor de cabeza, dormir mal, despertarse a medianoche y no poder conciliar el sueño de nuevo, ansiedad, males estomacales, dificultad para concentrarse, etc.
Un empresario se vio enfrentado a la quiebra de su negocio. Apeló a sus recursos emocionales más profundos para solicitar ayuda mordiendo su amor propio a niveles nunca imaginados por él. Su percepción sobre su valía personal se vio profundamente alterada. Sus conceptos sobre la vida, el mundo y hacia los demás se vieron trastornados. Nada era igual a partir de esa tragedia. Sin embargo, hizo un acto de contrición para aceptar lo que sucedió, analizó los hechos y se fortaleció en la humildad al descubrir que no era tan poderoso como él creía. Aceptó su nueva circunstancia.
Seligman nos dice que los seres humanos solemos gravitar entre la languidez y el florecimiento. Quienes demuestran la languidez proyectan pocas emociones positivas, poca interacción social, poca participación y pocos logros. Si están en el florecimiento se caracterizan por: emoción positiva, participación, relaciones, significado y logro.
A Iván le sudan las manos en exceso, hasta el punto de sentir vergüenza cuando saluda. Esto es un motivo de infelicidad marcada por la angustia permanente. Un psicólogo le aplicó una técnica: hazlo público y diles “te saludo con gran calor fraternal”, aprende a no ocultar tu característica. Santo remedio, al aceptarla y abrirse a la verdad comenzó a sentirse a gusto.
La cultura japonesa no cree en el desperdicio ni el derroche. Tienen una práctica aleccionadora: cuando un objeto se rompe, lo reconstruyen utilizando polvo de oro para unir las partes rotas. De este modo, el objeto reconstruido adquiere una nueva dimensión, nueva forma y más belleza, pero sin ocultar las huellas de sus roturas.
De la misma manera, una persona resiliente se reconstruye a sí misma y con gran valentía no oculta las huellas que le han causado sus dolores. Sale a la luz del día, da la cara y se predispone a sonreír para proyectar una imagen de confianza y seguridad.
Al igual que el bambú, se trata de desarrollar una concepción maleable de la vida, alejando la rigidez de nuestra manera de pensar y vivir. Lo rígido se quiebra. Convivir y compartir los dones de la vida fortalecen las actitudes para llegar a la plasticidad.
Otra de las consecuencias de las fuertes contrariedades de la vida es la tristeza profunda que sólo las personas resilientes pueden manejar positivamente. Es preciso diferenciarla de la depresión, donde se cae en un pozo profundo de desolación y aislamiento. En estas circunstancias el resiliente debe hacer gala de recursos emocionales más fuertes para salir adelante. Se recomienda acercarse a amigos con quienes compartir los sentimientos adversos, salir al aire puro, hacer ejercicio y dejar que el cuerpo haga lo que necesita, si es llorar, pues a llorar. Es preciso acicalarse para proyectar ante el espejo una imagen que te inyecte ánimos y te haga sentir mejor. Lo importante es no abandonarse.
Hay personas que por su situación social nunca sufren alteraciones a su modo de vida, a ellas les va peor cuando un evento sorpresivo se presenta, han crecido sin crear defensas emocionales. Es como los niños sanos crecidos en hogares limpios e impecables, cuando entran a la escuela y se relacionan con sus compañeros mugrosos y descuidados, con facilidad contraen enfermedades. De la misma manera, las personas necesitamos foguearnos en un yunque de hierro para adquirir resistencia y volvernos resilientes.
Una receta para los momentos difíciles es la frase “esto también pasará”. Mantener una filosofía de vida donde nada es permanente, ni eterno, sólo temporal, ayuda a manejar nuestros estados de ánimo para hacer de la resiliencia una herramienta de felicidad.
¡HASTA EL PRÓXIMO MIÉRCOLES!
ISABEL ALLENDE: “Todos tenemos una reserva de fuerza interior insospechada que surge cuando la vida nos pone a prueba”.